jueves, 5 de noviembre de 2009

José Antonio Primo de Rivera

Pedro Conde
El Imparcial, 19 de noviembre de 1978


Al asumir José Antonio el nuevo destino y la renuncia a su vocación intelectual y forense, España contraía con él una deuda que, ateniéndonos a la historia inmediata, no ha sido ni comprendida ni saldada con generosidad de comprensión por los beneficiarios de su gesto, de su ideario, de su ilusión y de su sangre. La esperanza política permanece, porque es cierto que nada autentico se pierde por mucha que sea la carne de perdición con que comercien los intermediarios. Palabras del difunto profesor Adolfo Muñoz Alonso.

José Antonio, hoy quiero hablar de ti, y me gustaría hacerlo sin pasión, pero se que no puedo sustraerme al gesto radical de tu muerte.

Cuando hace cuarenta y dos años caías, en un alba de esperanza, por la fusilería cruzada de la saña de un lado y la antipatía del otro, tuviste que morir con el dolor de pensar que dejabas una difícil tarea sin dirección; que el destino, que te había lanzado como un meteoro iluminador de la Historia, negaba tan pronto tu rectoría física a un movimiento destinado a traer, por el paso fecundo de una nueva y bronca edad media, la serenidad de otra edad clásica.

Unos, desde páginas de desnudos millonarios, insolventes progresismos y democracias unilaterales, hacen mofa de tu ejemplo. A estos ya los conoces, son los de resentidas vísceras y pensamientos retorcidos, de pluma fácil y verdades a medias, de críticas sin lectura; los incapaces en fin, de respetar al adversario que muere por un ideal.

Los otros. Unos los tuviste cerca, aquellos otros vinieron después. Frente a todos estos, aquí estamos. Con nuestro pobre verbo, con e humilde ejemplo, con nuestro parco bagaje. Dispuestos a evitar otra mascarada y a denunciar el nuevo desfile de los muchachos, ardientes, generosos, pero otra vez ingenuos, ante los fantasmones de siempre. Aquello que previste, días antes de tu ida, que iba a pasar con la Falange.

José Antonio, ahora como entonces, como cuando niño leía tus palabras y aprendía a conocer y amar con pasión la España difícil y exacta después la conocí desde la profundidad de tu pensamiento_, siento el escalofrío del fuego, porque aquí sigue pasando lo mismo que denunciaste ante aquel carnaval de forajidos que, con título de Tribunal Popular, te condenó a muerte.

“Unos _dijiste_, aspiran a otro orden social más justo y se olvidan de que forman, con el resto de sus conciudadanos, una unidad de destino, y los otros ventean y mueven el gallardete del patriotismo, pero se olvidan de que hay millones de españoles hambrientos y de que no basta pasear la bandera de la Patria sin remediar a los que padecen hambre”.

Ahí los tienes. La izquierda y la derecha. Los de siempre. Cada uno tirando de una manga de esta piel de toro ibérico para dejar en cueros a España. Estos nos quieren llevar hacia el Este; aquellos hacia el Oeste. Todos en pos de sus intereses y en contra de su patria.

La izquierda decadente, que se niega a aceptar su muerte sociológica y política, no te reconoce, a pesar, o quizá por ello, de haberla asumido en una síntesis superadora sin detrimento de sus aspiraciones. Una izquierda que ha doblado a la altura del estómago la espina dorsal de su justicia ante el pesebre del consumismo.

La derecha arcaica, fenecida, que sigue sin perdonar tu inteligencia para demostrar la invalidez de sus esquemas, tu visión del futuro y tu repudio a su existencia ya inútil. No aceptan que hayas abandonado su clase para hacerte carne de tu pueblo. Y quieren homologarte a otros. Sería de risa si no fuera tan torpe la intención.

Ni la izquierda ni la derecha te perdonan que muchos jóvenes, hastiados de sus infidelidades busquen tu autenticidad.

José Antonio, aquí seguimos luchando, como nos enseñaste, por la Patria, el Pan, la Cultura y la Justicia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por desgracia, Jose Antonio es una de las figuras mas infravaloradas de la Historia de España.