Javier Pérez Pellón en Estrella Digital
EL ASESINATO DE JOSÉ ANTONIO
Cubriendo la información para la TVE sobre una importante reunión del Fondo Monetario Internacional, que se celebraba en Manila, en septiembre del 1976, tuve ocasión de conocer y tratar a Rafael Antón Carratalá, el que fuera el más joven magistrado vocal del Tribunal Popular que, en noviembre de 1936, juzgara y condenara a muerte a José Antonio Primo de Rivera. Rafael Antón vivía, diría opulentamente, en un dorado exilio en Filipinas, donde había fundado una compañía mercantil que trabajaba, a su vez, para grandes empresas norteamericanas de aquella zona del Pacífico.Me invitó varias veces a comer en los más lujosos y deliciosos restaurantes, entre ellos los de cocina china, de Manila y durante esas convivales jornadas me contó muchas cosas de aquel proceso judicial.
Aunque no dudó en firmar la sentencia a muerte del fundador de la Falange, no pudo por menos de reconocer y admirar el extraordinario magnetismo y el entusiasta y generoso patriotismo que Primo de Rivera desprendía de su trato personal. Admiración que, como es sabido, también compartían Indalecio Prieto y Manuel Azaña, que hicieron todo lo posible para impedir la ejecución de la sentencia. Rafael Antón reconocía que el fusilamiento de José Antonio había sido un error descomunal que había hecho un flaquísimo servicio a la causa republicana por culpa, sobre todo, de aquel “estúpido y bárbaro cabestro” de Largo Caballero que tanto gustaría a Felipe González y a su alegre compañía de los Guerra, Serra, Solana…, hasta el punto de hacerle erigir una estatua de bronce en el Paseo de la Castellana de Madrid !Ver para creer!
La entrevista que hiciera a Rafael Antón se perdió en ese inmenso baúl de los recuerdos donde se han perdido tantos trozos de película censurada, pues, por aquel entonces, todavía en TVE, no estaba el horno para bollos.
EL FALANGISTA Y EL SOCIALISTA
J. L. Zapatero no le llega a José Antonio, valga la redundancia, ni a la suela de los zapatos, segundo porque su deslabazado "talante" y forma de comportarse carece del encanto personal, serio y profundo, de Primo de Rivera y, tercero, porque este último, como lo confesó más de una vez a Indalecio Prieto, estaba mucho más cerca del socialismo que lo que pueda estarlo el actual presidente del Gobierno español.
Una sola cosa, quizás, les acomuna: ambos creen en el Estado autoritario bajo la vigilancia de un partido único. Sólo que ese pensamiento formaba parte del tiempo histórico que le tocó vivir a Primo de Rivera y el de Zapatero, en el tiempo actual, parece ser una memez antihistórica y sin sentido alguno.
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