Si atendemos a la crisis económica que se avecina y se empieza ya a notar, a la escasez de materias primas, a la contaminación a la destrucción de recursos, etc., veremos que la revolución urge incondicionalmente.
Por eso surge Falange Española de las JONS AUTÉNTICA como parte, sin duda todavía pequeña, de ese combativo pueblo que quiere de una forma consciente y consecuente dar un vuelco a la realidad española y mundial, mandando al sistema capitalista al baúl de los recuerdos de la historia.
Por eso, también, nos definimos ante el escanadalo de los "bien pensantes" como revolucionarios, como partidarios de una revolución no paternalista-reformista y sí radicalmente justiciera. Una revolución hecha por y para el pueblo, y que no merece perder el tiempo deshacer ese equívoco, no tiene por qué ir unida necesariamente con el tabletear de las metralletas, el motín o el saqueo.
Nuestra definición de revolucionarios responde a otra convicción, a la convicción de que sólo un cambio radical y rápido podrá solucionar la crisis a la que, irremediablemente, de continuar existiendo el capitalismo, estamos abocados.
Observemos la realidad mundial previsible en los próximos años: sociedades enteras estallarán irremisiblemente por sus costuras; los sistemas de saneamiento, de enseñanza, vivienda, suninistros de agua y alimentación, transportes, etc., reventarán poco a pocoen una sociedad que solo podrá ya ir parcheando y postergando la inevitable explosión demográfica que se avecina. Una sociedad y un mundo en cuyos sectores, tanto vitales como accesorios, prima hoy sin más miramientos la maximalización del beneficio, los intereses particulares de las oligarquías.
La situación sería grave aun cuando el aumento de población se distribuyera por igual en los espacios disponibles y dentro de las zonas urbanas existentes en la actualidad. Pero no podrá ser así. Antes habrá desplazamientos, problemas raciales o internacionales, guerras interimperialistas, "masacres". Los países ricos, empezando por Europa, caerán aplastando en su caída a los que, hasta entonces, llevaron un desarrollo dependiente.Cada país cada pueblo, habrá de encargarse aprisa, sin más, de sus problemas, de su economía, de su planificación, de su revolución, en definitiva.
Por eso nosotros, los componentes de esa patria de pueblos que es España, hemos de escapar cuanto antes, por grande que sea el precio que se haya de pagar, de la terrorifica espirtal capitalista en que estamos inmersos, y salvarnos con una salida ejemplar para el resto de pueblos de ese incierto futuro mundial que se avecina.
Por supuesto, en la humanidad todavía no ha surgido la nación que muestre en la práctica la posibilidad de detener la debacle que se aproxima a marchas agigantadas. Los mismos Estados que se llaman marxistas no han podido rompers ese cerco y se han convertido en simple capitalismo estatal, en simple contrafigura del capitlismo burgués, en dictaduras de una clase burocrática y técnica sobre el proletariado oprimido. Lo mismo sucede con las demás presuntas "soluciones": el fascismo, del que tan lamentable muestra hemos tenido estos curanta años de la mano del general llamado por algunos Caudillo; los procesos "reformistas" y "rosados" que pretenden echar arena en los cojinetes del capitalismo, evitar traumas, parar, en suma, lo imparable. En todocaso, todas esas presuntas soluciones no pasan de ser, llámese fascismo, socialdemocracia o eurocomunismo, meros cartuchos de la burguesía en la lucha por alargar la agonía que le reluce ya en el horizonte.
Definitivamente, decididamente, queremos la revolución.Queremos y proponemos nuestra revolución. Porque la revolución esta ahí, como única solución a la crisis mundial y negarlo es negar la realidad, ocultar la cabeza ante el peligro, como el avestruz asustado.
Pero, y que nadie se llame a engaño, nuestra revolución será radicalmente renovadora, radicalmente justiciera.
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El pueblo no puede confiar los puestos dirigentes de la revolución que se avecina a la clase burguesa, a esa clase responsable de la grave situación en que nos hemos metido. La revolución será obra del pueblo, de esas masas explotadas, marginadas, tiranizadas por la sociedad de consumo. Porque como ya dijera una de nuestras revistas en mayo de 1934 "el mundo futuro será proletario o no será nada. Menester es que sea un proletariado espiritualista y patriota"
Negar eso por egoísmo, por un acto clasista y burgués de defensa es suicida.
El tiempo de la burguesía, el tiempo del capitalismo declina, va hacia su desaparición, como desaparecieron el feudalismo, las pirámides o los dinosaurios
Ahora -son palabras de José Antonio, el líder revolucionario del siglo XX- "lo que no se puede hacer es tener a la clase proletaria fuera del poder. esto es un hecho decisivo. La clase proletaria, en sus luchas, ha ganado su puesto en el poder, y querer dejarla de nuevo a la puerta de la gobernación es totalmente imposible".
El mundo futuro, el que echa de menos una revolución suele tener prefigurada en su espíritu una arquitectura nueva, sera proletariado y patriota. Sin amos ni esclavos, señores y siervos. Un mundo basado en el trabajo libre y no esclavo. En el que los sindicatos serán el instrumento mediante el cual la plusvalía, que en el capitalismo burgués va a parar a patronos y banqueros, y en el capitalismo marxista al estado burocrático, vaya a manos de los trabajadores.
Esa nueva sociedad, esa sociedad sindicalista, terminará con la explotación del hombre sobre el hombre. Impondrá un nuevo concepto de la propiedad. Adjudicará la propiedad, la gestión y los beneficios de las empresas a sus trabajadores. Permitirá que la economía sea regida por los sindicatos. Nacionalizará la banca impidiendo que el dinero del pueblo engorde a tiburones de uno u otro pelaje.
El nuevo mundo se basará en el bien social y no en beneficio privado como motor de la economía, de la producción y el consumo. Potenciará las energías naturales no contaminantes al tiempo que perfeccionará las hasta ahora existentes. Fomentará la unión en libertad e igualdad de todos los pueblos del mundo. Se basará en la dignidad, la integridad y la libertad del hombre, portador de valores eternos. Permitirá, en fin, la eclosión del hombre nuevo en el seno de una nueva sociedad.
¿Utopía? ¿Realidad? La crisis mundial, la falta de salidas nos da la razón, y al tiempo que precipita la sociedad al caos muestra que ya existe tan solo una solución: Que Falange Española de las JONS AUTÉNTICA ofrece al pueblo trabajador.
Javier Iglesias
[Levante-EMV, 14 de febrero de 1979]
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