viernes, 30 de octubre de 2009

OPOSICIÓN NAZI A LA LIBERACIÓN DE JOSÉ ANTONIO

Antonio Gibello
José Antonio. Apuntes para una biografía polémica
Ed. Doncel 1974. pp 376-377



El último intento por la vía también del soborno lo propone Von Knoblock, cuando Franco es ya mando supremo de la España nacional. Mantiene el súbdito alemán una entrevista con el ‘caudillo’ y desgrana su idea. Una vez más, es aceptada. Forman la nueva expedición Knoblock, Pedro Gamero del Castillo y Gabriel Ravelló, consignatario de la naviera Ybarra. Llevan consigo varios millones de pesetas, que esperan ofrecer como soborno al gobernador civil, cuando éste suba al buque alemán a cumplimentar al comandante, según es costumbre. Van a bordo del buque cisterna “Hansa”. En Alicante esperan la llegada del almirante Carls, que navega a bordo del “Deustchland”.

Este cita a los conjurados para el rescate y avala la entrevista entre Ravelló y el gobernador civil alicantino. Se opone duramente el primer secretario de la embajada, Schwendemann, que representa a Volckers. Habla de la existencia de otro plan urdido por ellos, pero es una excusa. Los comisionados se avienen a esperar ocho días, hasta ver si marcha la supuesta negociación. Pero a los ocho días nada hay concreto. Y cuando intentan reunirse los tres enviados nacionales con el gobernador republicano, Francisco Valdés, a bordo del “Sillacs”, aparece Volckers con órdenes sumamente precisas del director de Departamento Político del Ministerio de Asuntos Exteriores nazi, regido por Von Neurath, y niega el permiso.

Cuando, fracasado, Von Knoblock regresa a Algeciras, ya a finales de octubre, se encuentra en tierra con Willi Kohn, oficial de las SS, jefe del Partido Nazi en España y futuro consejero de Von Fauppel, el primer embajador alemán cerca de Franco; es un encuentro desagradable. Kohn increpa a Knoblock, le prohíbe que use camisa azul, le censura sus gestiones y le dice: “


"¿Qué tenemos que ver nosotros con ese hijo de un general”?

La suerte está echada. Los intentos por la vía del canje han fracasado. Los planeados por el camino expeditivo del soborno y del golpe de mano, también. El destino ha querido que permanezca prisionero “en medio de una región que a tal fin se mantuvo sumisa”, como manifestaría el mismo José Antonio durante el proceso, aunque luego rectificara, generosamente, en el testamento. Acaso no sin razón, Abad de Santillán, fundador y jefe de la FAI, mantenía en 1970 ante el periodista Ramón Garriga:

“De haber estado prisionero en algún lugar de Cataluña, José Antonio Primo de Rivera no habría sido fusilado, pues lo hubiéramos evitado nosotros.”

Carlos Rojas recoge testimonio aún más radical del director de ‘Solidaridad Obrera’, órgano anarquista barcelonés:

“Yo era partidario, y otros compartían mi opinión, de llevarle a la frontera pirenaica y dejarle en libertad, para que entrara en Francia sin condiciones ni pactos”."


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jueves, 29 de octubre de 2009

LA FALANGE FUNDACIONAL

J. Briz
Patria Sindicalista. Abril 1977


No cesan los intentos de manipulación de la doctrina falangista. La falsificación franquista intenta perpetuarse no solo por las bandas traidoras de Fernández Cuesta, sino también por aquellos que, a partir de una interpretación literal y acrítica de los textos joseantonianos, olvidan el contexto de la España de hoy. Son los que consideran inamovible todo cuanto fue escrito por el Fundador, sin discernir lo fundamental de lo coyuntural, la sustancia del accidente. Son los que convierten a José Antonio en algo sacralizado e inmóvil, momificándolo y traicionando a quien consideró al hombre como un “clásico” en sí mismo. Nada más lejano de la verdadera Falange que este tipo de inmovilismo dogmático, regresivo, nostálgico y reaccionario.


José Antonio nos da cumplido ejemplo con su propia evolución ideológica, realmente sorprendente y significativa, en el corto espacio de su vida política. Por ello, nosotros oponemos la Falange creadora, la que sigue la norma joseantoniana para, partiendo de lo fundamental, proyectarse hacia el futuro a aquella otra detenida y arriscada en el pasado, definitivamente truncada con la muerte de José Antonio.

La sublevación militar de 1936 sorprende a una Falange desmedulada y desvirtuada por la masa derechista que a ella había acudido asustada por el triunfo del Frente Popular, huérfana, para mayor desgracia de José Antonio, entonces preso en la cárcel de Alicante. Los auténticos falangistas son minoría entonces ya en la Falange. José Antonio no puede continuar su labor doctrinal y política y sus seguidores, los que entonces dominan la dirección de la Falange, no poseen ni la capacidad ni la visión del Jefe Nacional. Pronto son superados por las circunstancias y se inicia un proceso de descomposición que culminaría el 19 de abril de 1937. Manuel Hedilla libró la última batalla por aquella Falange de la primera hora; Muerto José Antonio, encarcelado Hedilla, la falsificación franquista es inevitable.

Pero estos hechos no bastan para explicar por sí solos la situación de la Falange. Tenemos que remontarnos al momento mismo de la fundación formal, asumir y comprender la evolución ideológica de José Antonio, para darnos cuenta que en la Falange originaria se producen cambios y mutaciones fundamentales que son, precisamente, las que hoy pueden explicar la posición de la auténtica Falange.

Recordemos que los primeros hombres que secundan a José Antonio proceden de las capas sociales más altas y se detecta en ellos la fascinación fascista que propiciaba la época. El mismo José Antonio, en la medida en que se concretaba su pensamiento político revolucionario, va desprendiéndose de éstos al tiempo que acuden otros procedentes de la clase media para, en los últimos tiempos de la Falange de la pre-guerra, producirse el proceso de acercamiento, con las diferencias que conocemos y compartimos hacia posiciones lindantes con el anarcosindicalismo.

La Falange empieza a perder su condición de movimiento de clases medias para ir reconvirtiéndose en otro, popular y democrático. Comienza a surgir entonces la verdadera Falange, la del TRABAJO. A ella acuden, consecuentemente, los trabajadores.
La Falange no solo no pasó de su periodo fundacional, sino que sufrió una falsificación regresiva sin precedentes en otros grupos políticos

La guerra, funestamente corta de raíz esta evolución y son de nuevo los fascistas de la primera hora los que se apoderan de la Falange, con la colaboración de las derechas asustadas que buscan protección. Renuncio a citar las pruebas históricas por ser bien conocidas. Pero que conste que José Antonio era consciente que la Falange tenía que ser depurada de sus adherencias fascistas y de los hombres que las representaban. Conocemos testimonios de que así era, algunos recogidos en libros de reciente publicación.

Es más que previsible que, en los momentos finales, fuera más allá (piénsese en el juicio como indicio) de lo que estaba escrito, de lo que sus más directos colaboradores pudieran suponer. Algunos de ellos ya se ocuparon, fusilado el hombre y la idea, de ocultar la postrera evolución del desaparecido, para reducir a la Falange a un movimiento antimarxista más en consonancia con sus propias intenciones y las del Dictador a quien servían. No hace mucho, José Bugeda publicaba en “Pueblo” un artículo, a nosotros dedicado, en el que recogía, transmitida por Pedro Mourlane Michelena, una desconocida frase de José Antonio increíblemente esclarecedora para entender la verdadera posición de la Falange, que, y citamos a José Antonio, “no ha nacido contra el marxismo, ha nacido contra ‘El Debate’”.
Es evidente que José Antonio, desgraciadamente no pudo completar su obra. La Falange no solo no pasó de su periodo fundacional, sino que sufrió una falsificación regresiva sin precedentes en otros grupos políticos. Retomemos pues la Falange fundacional, y fieles al espíritu y al ejemplo de José Antonio, caminemos sin miedos ni inhibiciones reaccionarias hacia la Falange del futuro, la que logrará la definitiva libertad de los hombres y los pueblos de España.




¡PRESENTE!

"José Antonio Primo de Rivera. ¡Presente! "
Javier Pérez Pellón en Estrella Digital


EL ASESINATO DE JOSÉ ANTONIO

Cubriendo la información para la TVE sobre una importante reunión del Fondo Monetario Internacional, que se celebraba en Manila, en septiembre del 1976, tuve ocasión de conocer y tratar a Rafael Antón Carratalá, el que fuera el más joven magistrado vocal del Tribunal Popular que, en noviembre de 1936, juzgara y condenara a muerte a José Antonio Primo de Rivera. Rafael Antón vivía, diría opulentamente, en un dorado exilio en Filipinas, donde había fundado una compañía mercantil que trabajaba, a su vez, para grandes empresas norteamericanas de aquella zona del Pacífico.Me invitó varias veces a comer en los más lujosos y deliciosos restaurantes, entre ellos los de cocina china, de Manila y durante esas convivales jornadas me contó muchas cosas de aquel proceso judicial.

Aunque no dudó en firmar la sentencia a muerte del fundador de la Falange, no pudo por menos de reconocer y admirar el extraordinario magnetismo y el entusiasta y generoso patriotismo que Primo de Rivera desprendía de su trato personal. Admiración que, como es sabido, también compartían Indalecio Prieto y Manuel Azaña, que hicieron todo lo posible para impedir la ejecución de la sentencia. Rafael Antón reconocía que el fusilamiento de José Antonio había sido un error descomunal que había hecho un flaquísimo servicio a la causa republicana por culpa, sobre todo, de aquel “estúpido y bárbaro cabestro” de Largo Caballero que tanto gustaría a Felipe González y a su alegre compañía de los Guerra, Serra, Solana…, hasta el punto de hacerle erigir una estatua de bronce en el Paseo de la Castellana de Madrid !Ver para creer!

La entrevista que hiciera a Rafael Antón se perdió en ese inmenso baúl de los recuerdos donde se han perdido tantos trozos de película censurada, pues, por aquel entonces, todavía en TVE, no estaba el horno para bollos.


EL FALANGISTA Y EL SOCIALISTA

J. L. Zapatero no le llega a José Antonio, valga la redundancia, ni a la suela de los zapatos, segundo porque su deslabazado "talante" y forma de comportarse carece del encanto personal, serio y profundo, de Primo de Rivera y, tercero, porque este último, como lo confesó más de una vez a Indalecio Prieto, estaba mucho más cerca del socialismo que lo que pueda estarlo el actual presidente del Gobierno español.

Una sola cosa, quizás, les acomuna: ambos creen en el Estado autoritario bajo la vigilancia de un partido único. Sólo que ese pensamiento formaba parte del tiempo histórico que le tocó vivir a Primo de Rivera y el de Zapatero, en el tiempo actual, parece ser una memez antihistórica y sin sentido alguno.


miércoles, 28 de octubre de 2009

20 DE NOVIEMBRE: FALANGISTAS A ALICANTE

(M.L.R. Publicado en la revista “Cambio 16”. Noviembre de 1976)

Si dentro del panorama de las fuerzas políticas del país es deseable que los medios de comunicación pusieran su más firme empeño en clarificar, de cara a la opinión pública, las diferentes opciones existentes, ese deseo requiere, además, un exceso de celo en lo que se refiere a la Falange.

Está claro que los sectores movimientistas-fascistas han venido representando la roca sobre la que se han venido estrellando los sectores más aperturistas del régimen y sobre la que todavía no se ha demostrado que no encalle el proyecto Suárez. Se trata de una roca firmemente asentada que hay que dinamitar. Y en ese empeño, que dura ya cuarenta años, somos los falangistas los más interesados.

El carácter absurdo de quienes quieren confundir a la opinión pública al invocar para sus fines el nombre de Falange no tiene calificativo.

¿Cómo se puede exaltar el 18 de Julio cuando José Antonio no hizo tal? ¿Cómo defender a Franco, que fue el antifalangista número uno? ¿Cómo, siendo ellos ministros, permitieron que Hedilla y otros pasaran por todo tipo de persecuciones, de burlas y privaciones tendentes a la disminución de sus facultades en las cárceles y los destierros? ¿Cómo, siendo ellos ministros, fueron fusilados los falangistas Pérez de Cabo y Juan Domínguez? ¿Cómo han dado ellos en llamar “verticales” y defender unos sindicatos “en los que los obreros forman una gran federación, los patronos otra gran federación y encima monta el Estado como una especie de pieza de enlace”, modelo típicamente fascista y explícitamente denunciado por José Antonio? ¿Saben, si los conocen, que los sindicatos verticales propuestos por José Antonio resultan inconcebibles en una economía capitalista? ¿Cómo aceptan la creación de unos sindicatos horizontales cuando estos son _palabras de José Antonio_ “los instrumentos de ataque y defensa del proletariado en tanto no concluya la lucha de clases”? ¿Cómo atacan tanto a los “rojos” y se olvidan a quienes señaló José Antonio como “los verdaderos bolcheviques”? ¿Cómo hablan de la necesidad de armonizar capital y trabajo, que “es como si yo dijera _palabras de José Antonio_ me voy a armonizar con esta silla”? ¿Cómo han podido y pueden compaginar el azul _”por proletario”, dijo José Antonio, de nuestra camisa con su permanencia en los consejos de administración? ¿Cómo invocan “el nombre de España para defender _palabras de José Antonio_ los intereses de los bancos y los dividendos de las grandes empresas”? ¿Cómo caen “en las exageraciones extremas _palabras de José Antonio_ que traducen su odio por la superstición sufragista , en desprecio hacia todo lo democrático”, cuando “la aspiración a una vida democrática, libre y apacible será siempre el punto de mira de la ciencia política por encima de toda moda”, y que “no prevalecerán los intentos de negar los derechos individuales ganados con siglos de sacrificio”? ¿Cómo han denigrado y denigran la concesión de una amplia amnistía general cuando era el punto primero del programa que José Antonio elevó al Gobierno republicano desde la cárcel de Alicante, ofreciéndose también él mismo para detener la recién iniciada guerra civil?

La coincidencia fúnebre del 20 de noviembre no debe desorientar a la opinión pública. La auténtica Falange Española de las JONS en esa fecha, 20 de noviembre, estará en Alicante.

Hace unos días el diario “Arriba” publicaba, comentando la cacareada división falangista, una lista de treinta supuestos grupos de esta corriente política, Luego, otros medios de expresión reproducían la misma relación a todas luces en origen malintencionada y a todas luces inexacta.

Si de lo que se trata en conjunto, como parece, es de poner fuera del alcance de los trabajadores y de la juventud esa fuerza política que osó conjugar el criticismo intelectual de la generación del 98 con el viejo movimiento obrero del anarquismo español, sepan que eso es ya imposible. Sepan que el pueblo instrumenta ya su Falange Española de las JONS (auténtica) y que la acabará imponiendo legalmente más tarde o más temprano.
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martes, 27 de octubre de 2009

¡¡FUERA LAS MANOS DE JOSÉ ANTONIO!!

Hace sólo algunas semanas funcionarios municipales de la ciudad de Valencia retiraban el monumento a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange y, según algunos "uno de los símbolos más definitorios del régimen anterior"; una figura cuya sola presencia no dejaba de "ofender nuestros ojos y nuestras ganas de libertad" (VALENCIA SEMANAL núm. 92). No es desde luego nuestra opinión. Tampoco la comparten esos grupos, reducidos quizás, pero activos y en crecimiento, de trabajadores y jóvenes que constituímos lo que algunos llaman, entre extrañados y recelosos el "fenómeno hedillista" o, como preferimos denominarlo, el "falangismo autentico" .

La realidad está, pues ahí; al margen de que nos guste o no; independientemente de la voluntad del observador: unos centenares de jóvenes trabajadores y estudiantes en el País Valenciano, unos millares en el resto de España, que tienen "la osadía" de considerar a José Antonio como un teórico anticapitalista no solo de la talla de Marx, de un Bakunin, un Che Guevara o un Durruti, sino incluso superior a todos ellos, ya que los supera a posteriori o intuye nuevos planteamientos que luego la izquierda asumiría parcialmente y con defectos. Unos grupos, en fin, que después de algunos fracasos, zigs-zags y errores teórico-prácticos pronto superados, cristalizan en un órgano de actuación política: Falange Española de las JONS (Auténtica), con el que se podrá no estar de acuerdo pero que no se puede ignorar y cuyos valores y potencialidades tendría que reconocer incluso alguien tan poco acusable de filofalangismo como Federica Montseny en su último mitin de Denia.

¿Nostalgia? No es ni puede ser esa la clave del problema. La nostalgia puede ser, y lo es, el banderín de enganche de las bandas traidoras del francofalangismo, de la cerril extrema derecha, del neofascismo dirigido por los "líderes" del tipo de don Blas Piñar (consejero del Banco General del Comercio y la Industria), los "viejos leones" Girón y Raimundo Fernández-Cuesta (presidente, entre otras empresas nacionales y extranjeras, de Industrias Textiles de Guadalhorce, S.A.) o personajes tan pintorescos como don Mariano Sánchez Covisa (de profesión sus guerrillas) típico espécimen de la fauna y picaresca ultraderechista carpetovetónica, risible si no fuese por algunos aspectos sangrientos. Elementos todos que, consecuentemente con sus intereses de clase, predican un retorno a la dictadura pasada y, como dijera José Antonio, "invocan a la Patria para defender sus dividendos".

Sin embargo, preguntamos, ¿Qué nostalgias pueden tener unos trabajadores que sufren la crisis del capitalismo, crisis que ellos no han provocado y que dependen de un sistema defendido a ultranza por la burguesía franquista ayer, ucedista hoy? ¿Qué nostalgias pueden tenern unos estudiantes que por culpa de ese mismo sistema capitalista están casi condenados el día de mañana a ser unos "parados de pro" para mayor gloria y honor de los "patriotas" que evaden dinero a Suiza? ¿Qué nostalgia pueden tener de la dictadura unos hombres, los falangistas, que al tiempo que veían a José Antonio colocado, como un beato cualquiera, en los frontispicios de todas las iglesias, asistían, desde la desesperación o las cárceles, a la subida al poder de fantasmones con camisa azul y, simultaneamente a las condenas a presidio (Manuel Hedilla, segundo jefe nacional de Falange, Narciso Perales, Gonzalez de Canales...) muerte (el valenciano Pérez de Cabo, el sevillano Juan Domínguez) o simples y puros asesinatos (Máximo Nebreda, Manuel Antequera, Goya, Manuel Durruti -hermano del líder anarquista-...) de los verdaderos falangistas? No. No se explique esto como una 'radicalización de sectores fascistas minoritarios y no hegemónicos desplazados por el nacionalismo franquista'. Un supuesto análisis de este tipo no sería verdadero aunque se reclame "materialista dialéctico". Todo lo demás será empleando la acusación de Trotski a Lenin (Nuestras tareas Políticas, 1904), convertir ese método de análisis en "un trapo cuando se trata de borrar huellas, una pantalla blanca cuando se trata de ponerse en relieve y un metro plegable cuando se trata de la moral del partido". Es decir, todo menos un método de análisis científico.

No somos una evolución del falangismo, tampoco "fascistas que han visto la luz de la izquierda. Rechazamos incluso el que se nos llame falangistas "de izquierdas" porque denominarnos así es reconocer a los fascistas, a los franquistas como 'falangistas' (aunque "de derechas") lo que es afirmar lo inafirmable: la procedencia de un mismo tronco cuando somos por esencia antagónicos.


Reivindicamos, no por nostalgia sino por compromiso con nuestro pueblo, un José Antonio del que hablan políticos como Prieto y Zugazagoitia (PSOE), Abad de Santillán (CNT-FAI) Tagüeña-Lacoret (ex FUE-PCE), o, posteriormente historiadores como Ángel Viñas, Heleno Saña (anarquista independiente) o el mismo Tamames (que elogió el proyecto de reforma agraria revolucionaria de José Antonio).

Reivindicamos, en fin, al José Antonio último; el partidario de de la República Sindical de los Trabajadores y la Federación Libre y Solidaria de los Pueblos de España a partir de la Federación de Municipios Libres y Comarcas. El José Antonio que califica al fascismo como simple "capitalismo retardario", algo contra lo que estamos y estaremos", y conjuga el ideario económico del sindicalismo revolucionario cenetista (autogestión) y un humanismo personalista. El que critica el programa del Frente Popular como "cicatero y conservador", como "burgués" y reivindica "como alta tarea moral" la "desarticulación del capitalismo". El que se opone (léase en Frente a frente las actas del Tribunal Popular que juzgó a José Antonio) al alzamiento "faccioso" (son palabras suyas) del 18 de julio y en venganza muere por negarse Franco a canjearlo por el hijo de Largo Caballero. Un José Antonio, en suma inédito y revolucionario del que pedimos, de una vez por todas, quite sus manos la derecha... y la izquierda.


E. Javier Iglesias Pérez
De La Junta Nacional de FE de las JONS (Auténtica)
[Valencia Semanal, 94. 4/11 de diciembre de 1979]

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lunes, 26 de octubre de 2009

CONSIGNA: MATAR A JOSÉ ANTONIO

Manuel Barrios
Editorial Nowtilus
232 páginas
Idioma: Español
ISBN: 8497632036 ISBN-13: 9788497632034
1ª ed., 1ª imp. edición (03/2005)



LIBROS Un libro esencial para conocer la verdad sobre la muerte de quien pudo haber cambiado la historia de España. ¿Fue un crimen convenido para implantar la dictadura? ¿Pagó Primo de Rivera con la vida su decisión de oponerse a la guerra civil?.
En Consigna: matar a José Antonio, Manuel Barrios Gutiérrez nos desvela cómo José Antonio Primo de Rivera se pronuncia a favor de una ideología de progreso –llamémosle o no socialismo- que condena a la derecha tradicional e inmovilista que cimentó, durante cerca de cuarenta años, las bases del franquismo político y sociológico.
Consigna: matar a José Antonio de Manuel Barrios Gutiérrez es el apasionante relato de un episodio clave de la historia reciente de España, ocultado y manipulado por el Franquismo; una obra fundamental para devolver a José Antonio Primo de Rivera al lugar de la historia de España que le corresponde.
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domingo, 25 de octubre de 2009

¿Pudo Franco salvar a José Antonio? El testimonio de D. Juan de Borbón

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PEDRO SAINZ _ Aquí hay otro tema a despejar: Gestiones en favor de la liberación de de José Antonio, cuando se encontraba preso en la cárcel de Alicante...

Voy a contarle antes a Vuestra Majestad algo que no me atrevo a introducir en el libro sin consultárselo. Conocía yo a un funcionario de la Wilhelmstrasse, que intervino en la conferencia de Hendaya; después le traté y me contó que, cuando estaban haciendo gestiones para ver cómo liberaban a José Antonio, se habló de que la tripulación de un buque alemán que se hallaba en Alicante podía, dándole un millón al director de la cárcel, simular un motín o algo por el estilo y José Antonio salir pitando y refugiarse en aquel buque... Ese era el plan que tenían, según parece, Aznar y algún otro falangista...

JUAN DE BORBÓN _ Algunos de eso rumores también nos llegaro a nosotros. Mi madre me habló a mí porque había acudido a ella la familia Primo, a ver si podía hacerse algo. Yo tenía buenos contactos con la Marina inglesa, y desde allí me dijeron: "Basta que haya luz verde del lado nacional. Nos personamos en Alicante con nuestros marineros, sacamos a José Antonio y no pasa nada,"
Miguel salió de esa forma.

P.S. _ De manera que se pudo... y eso se lo ofrecían los de la Marina.

J.de B._ Yo busqué la manera de que me lo ofrecieran, pero querían luz verde, y no conseguimos que nos la dieran. Llegó a decirse que hubo un telegrama. Yo no tengo el tal telegrama, aunque sí me comunicaron el texto: "No interesa, no interesa", así, repetido.

P.S. _ Pues eso mismo me contó a mí el funcionario alemán, que cuando consultaron por telegrama al Cuartel General de Salamanca, la respuesta fue: "No interesa". De manera que que queda claro es que Franco no tuvo interés en salvar a José Antonio. Dejó que lo fusilasen. No movió un dedo.

J. de B. _ A mi no me gusta decir que tuvo interés en que lo fusilasen; pero que no quería que incordiarse en Burgos, eso es seguro.

P.S. _ No le querría. No le quería al lado.

J. de B._ Efectívamente, no quería tenerle a su lado. Nunca le quiso; tú lo has vivido. Cuando las elecciones últimas, José Antonio no quiso ir con Franco en la misma candidatura, aun a costa de quedarse sin acta. Tampoco Franco le quería, en absoluto. Y, además, era tan falangista como yo chino.

(...)

P.S._ Se ha dicho también, en algunos libros que he leído, que intervino Alfonso XIII, cerca de Blum, el ministro socialista francés que, no sé por qué, sería amigo de él o le conocía.

J. de B._ Quiñones de León, por supuesto, le conocía mucho.

P.S._ ¡Ah, sería por ahí! Rey, Quiñones, Blum.

J.deB._ Quiñones conocía muy bien a Blum, lo mismo que a Briand; eran íntimos, amigos del colegio.

P.S._ Puede entonces decirse que, vía Quiñones, Alfonso XIII intervino; influyeron también la Reina Victoria Eugenia y Don Juan en los elementos de la Marina inglesa, que hubieran hecho por José Antonio lo que se hizo por Miguel...

J. de B._ ... quien salió después, perfectamente, en esa misma forma: en un barco inglés, vestido de marinerito.

P.S._ Lo que pasa es que Miguel no estaría preso.

J. de B._ Estaba preso también, y además en la misma cárcel.

"Un reinado en la Sombra"

Pedro Sainz Rodriguez
Ed. Planeta, 1993 pp 277-278
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sábado, 24 de octubre de 2009

EL FALANGISTA QUE LLAMÓ TRAIDOR A FRANCO

Ocurrió hace 19 años. Es una historia desconocida para el gran público, silenciada, como tantas otras, de la que los periódicos de aquella época no publicaron una sola línea. Y lo cierto es que Román Alonso Urdiales es el único español condenado por llamar traidor a Franco en su propia cara.

Entonces Román tenía 22 años, una carrera de Magisterio recién terminada, ocho meses de «mili» y unas profundas convicciones falangistas. Había ingresado en las Falanges Juveniles en el año 1950, convirtiéndose en un joven idealista que no soportaba que el dictador no llevara a cabo lo que los jerarcas fascistas denominaban la «revolución pendiente». Los que le conocían en aquellos años dicen de él que era «un falangista puro». y desde esa actitud política increpó públicamente a Franco, a escasos metros de su persona y con «una voz perfectamente audible y potente» -según la sentencia que le condenó-, durante los funerales que por el fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, se celebraban en medio de un impresionante ritual fascista, en la basílica del Valle
de los Caídos.

Machacado literalmente por quienes regían los destinos de una organización fascista en cuyo ideario él creia honestamente, Román vive hoy dedicado exclusivamente al ejercicio de su profesión de maestro, intentando rehacer una vida que quedó truncada el 22 de noviembre de 1960, por unos hechos ignorados por la prensa de aquellos años, sometida a la implacable mordaza impuesta por el Ministerio de Información.

Era la segunda vez que el aniversario de la muerte del fundador de la Falange se celebra en el Valle de los Caídos, en cuya basílica se hallaban sus restos mortales, una vez trasladados desde El Escorial. Y allí estaban los «grandes» del régimen franquista, desde los miembros del Gobierno, como Alonso Vega, Sanz Orrio o Solís, hasta los «mandos» del aparato fascista, como Jesús López Cancio, jefe nacional de la Juventud, Jesús Aparicio Bernal, jefe nacional del SEU o Rodolfo Martín Villa, jefe del SEU de Madrid, todos ellos vestidos con el tétrico uniforme negro «de diario», al igual que Franco, como correspondía al boato y ceremonial de las grandes manifestaciones fascistas.

También estaba allí Román Alonso Urdiales -hasta unos meses antes jefe de Falange del Hogar Juvenil San Fernando, sito en la plaza de España- con camisa azul y corbata negra.

La noche anterior había acompañado a la corona que sería depositada esa misma mañana ante la tumba de José Antonio Primo de Rivera. Y, aunque no tenía intención de asistir a los funerales, al final se decidió a comparecer a una cita a la que no había faltado en los últimos años. Cuando Franco entró en la basílica, bajo palio como de costumbre, Román estuvo a punto a espetarle la acusación de traidor al pasar por el pasillo humano, en una de cuyas primeras filas se encontraba. Pero se contuvo, «no por falta de agallas», como dice Daniel Sueíro en La verdadera historia del Valle de los Caídos. Las razones fueron otras. «Yo iba a gritar "Franco eres un traidor" cuando pasaba entre nosotros, pero me di cuenta de que los murmullos que se levantaban a su paso iban a apagar mi voz. Entonces, pensé que lo mejor era esperar el momento de la consagración para que se me oyera. Y así se lo dije a mi amigo José Luis, para que se marchara de allí, porque se iba a armar un follón muy grande ...»

Cuando, finalmente, lanzó su acusación al dictador, su voz resonó con energía en la cripta del Valle de Los Caidos. Gracias a la escenografía fascista, el momento que habia escogido no podia ser mejor para que sus palabras se escucharan con nitidez. Se habian quedado todas las luces y un potente foco iluminaba únicamente al sacerdote que oficiaba las honras fúnebres. No se escuchaba ni el vuelo de una mosca. Y justo en el momento en que el sacerdote elevaba la hostia, Román gritó con fuerza: «iFranco, eres un traidor!»

La conmoción que se produjo fue impresionante. E inmediatamente los lacayos del dictador se lanzaron a la busca y captura del «subversivo». «Cuando vino la policia detuvieron a mi amigo José Luis ... No se fijaron en mí, no sé, creo que porque en aquellos años yo tenia una cara de inocente tremenda. Entonces, al ver que se llevaban a mi amigo fui yo quien me presenté a ellos y les dije que había sido yo, que no buscaran a nadie más y que José Luis no tenía nada que ver. Franco creia que se trataba de una conspiración y quería encontrar a todos los que supuestamente formábamos parte de ella. A mi amigo le encontraron una pistola encima y le tuvieron tres meses y pico en la cárcel de Carabanchel; luego le soltaron.»

Efectivamente, el dictador estaba convencido de que la actitud de Román era el resultado de una conspiración fallida y así se lo diría a su secretario y primo hermano, el teniente general Franco Salgado-Araujo, según refiere éste en Mis conversaciones privadas con Franco. El comentario del dictador fue el siguiente: «Al ir a alzar el sacerdote la Sagrada Forma un falangista llamado Román Atonso Urdiales dio un grito y oí la palabra Franco.

Yo creo que ese falangista iba confabulado con otros y al ver que no contestaban a la exclamación bajó el tono de voz y por eso no oi el resto. Lo que agrava el asunto es que dicho individuo es soldado y presta sus servicios como escribiente en el Gobierno Militar; sin duda, debe de tener alguien que le protege cuando falta a la oficina sin que le llamen la atención. Es de la carrera de Magisterío, hijo de un guardia civil que en nuestra guerra estuvo en zona roja y que, por no haber tenido ninguna responsabilidad en su actuación, continúa prestando servicio en el Benemérito Instituto. No se cree que haya influido para nada en la actitud de su hijo, sin duda influido por otros compañeros no contentos con la actuación del partido y su marcha política. El individuo debe tener cómplices, desde luego, pero éstos no se atrevieron a contestar su grito ...»

Cuando le llevaron en presencia del entonces director general de Seguridad, Arias
Salgado [sic], éste le preguntó por qué había dicho aquello. Y Román le replicó: «Porque yo no vivo del régimen, como usted

El interrogatorio del que años más tarde seria sucesor del dictador en la Jefatura del Gobierno se acabó ahí. Y, sin más demora, fue trasladado a la Dirección General de Seguridad. «En la DGS me dieron muchas palizas. Se ha dicho que no, pero es verdad. Recuerdo que más tarde, cuando fui conducido a la cárcel de Alcalá de Henares, pasé varias semanas con un dolor fortísimo en las mandíbulas. El dolor se debia a los tremendos puñetazos que recibi en la DGS. No me torturaron, pero si me golpearon muchas veces ...»

Cuando la detención de Román Alonso Urdiales fue conocida, la reacción generalizada en ignorar su misma militancia en Falange. A decir verdad, los jerarcas se querian «quitar el muerto de encima». Así, José Luis Alcocer recuerda en su Radiografía de un fraude que «daba grima ver lo que pasó después de la detención de Román. Los mandos nacionales se daban mutuamente la enhorabuena porque "el chico no era suyo".

Sólo Jesús López Cancio, a la sazón delegado nacional de la Juventud, estaba sombrio. Jesús Aparicio Bernal, entonces jefe nacional del SEU, se felicitaba y felicitaba a Rodolfo Martín Villa porque no había sido un estudiante.»

«La Falange me dio la espalda y cuando fui detenido los mandos negaron que yo fuera falangista ... El único que me fue a visitar a la prisión de Alcalá de Henares fue el padre Gamo. Él era en aquella época capellán del Frente de Juventudes. Y muchas veces ha dicho que se hizo revolucionario por mí...»

Por su condición de «quinto», Román fue procesado por la jurisdicción militar.

Concretamente por el Juzgado Militar especial Nacional de Actividades Extremistas, al frente del cual se encontraba como juez especial, el tristemente célebre coronel Eymar. Y un mes después, el 20 de diciembre, comparecía ante un Consejo de Guerra, defendido por el letrado Pedro Martín Fernández, comandante del Arma de Caballeria y Vieja Guardia de la Falange.

En el Consejo de Guerra, y ante una sala de los juzgados militares de la calle del Reloj completamente abarrotada, Román explicaría los motivos de su conducta.


«Fui al Valle de los Caidos porque para los falangistas todo lo de José Antonio es como un imán; hay que ir. Con mi grito quise protestar ante la Falange oficial, porque no cumple ... Están aburguesados y son pancistas. Y por eso se lo dije al Jefe Nacional. Le llamé traidor porque no cumple con lo que la Falange prometía. La Falange está traicionando su doctrina ...»


Para el abogado Martín Fernández, la actuación de Román Alonso Urdiales tenia que verse «desde el ángulo de la Falange». Su defendido no había insultado al Jefe del Estado, sino que elevó una protesta ante el Jefe Nacional de la Falange, en un acto de entraña falangista al que Franco acudió vistiendo el uniforme de la Falange. «Mi patrocinado -- tuteo de la Falange: "Franco, eres ..." Franco es trino de cargos: jefe del Estado, Generalísimo y Jefe Nacional de la Falange. Si los hechos se produjeron dentro de la órbita del partido. ¿Por qué va a ser el Ejército o los tribunales civiles quienes juzguen? No. Que sea la Falange quien sancione y castigue.»

En otro momento de su intervención, el abogado intentó llevar su defensa por otros derroteros, pero Román se lo impidió. «Mi defensor intentó hacer ver que yo no habia llamado traidor a Franco, que yo dirigía mis palabras contra aquellos que le rodeaban. Pero yo me levanté y dije que aquello no era así. Creo que el abogado hacía eso para que me rebajaran la pena, pero yo no estaba de acuerdo con esa defensa.»

Sin embargo, de nada sirvieron todas las alegaciones que la defensa presentó ante el Consejo de Guerra. Según cuentan quienes vivieron aquellos momentos, Franco no podia permitir que un insulto a su persona -y mucho menos en su persona- quedara impune. Y el Consejo de Guerra primero y el capitán general de Madrid después, el general Rodriga, dieron por buenas las conclusiones definitivas elevadas por el fiscal: 12 años de prisión mayor e ingreso en una unidad disciplinaria del Ejército, como autor de un delito de «injurias al Jefe del Estado y a un superior militar», con el agravante de haberlas proferido en «un lugar sagrado» y en su presencia.

De la DGS, Román fue trasladado a las cárceles de Carabanchel y Alcalá de Henares. Más tarde, a un batallón disciplinario, en el desierto del Sáhara: Smara, Hausa, Villa Cisneros, El Aaiún ...

«Alli pusieron junto a mí a dos agentes franquistas, miembros del Servicio de Información Militar, que se hicieron pasar por militantes comunistas. Eran dos tipos muy preparados y me engañaron. Quizás ahora me hubiera dado cuenta antes de quiénes eran en realidad.

Pero, en aquel momento, me creí que eran lo que decían e, incluso, me hice amigo de ellos. No obstante, un día me percaté de que no eran sino dos policías ... Algún día contaré cómo me di cuenta de ello. Luego, estuve dos veces en el pelotón de castigo; por dar la cara. Aquello fue realmente terrible. Porque si ya era duro el batallón disciplinario, aquello era mucho peor aún...»

A finales de 1965, Román Alonso Urdiales recobraba la libertad. Había cumplido cinco años de condena y, finalmente, había sido uno más de los beneficiados por el llamado «indulto del Papa».

Antes de ser detenido, habia aprobado las oposiciones para una plaza de maestro. Sin embargo, tuvieron que pasar doce años para que pudiera comenzar a ejercer su profesión ... «Cuando recobré la libertad estuve tres años y medio sin encontrar trabajo alguno. Sobre mi se cernió un boicot total. Y los amigos -esos amigos por los que yo hubiera dado la vida- me negaron su ayuda. Fui a visitar a muchos de ellos, algunos directores de grandes empresas. Pero ninguno me echó una mano. Supongo que fue por el miedo, por las presiones de la policía. Pero todos ellos me dieron la espalda.»

Al mismo tiempo, el estigma del condenado político rodeó todos sus movimientos, alargando en la vida cotidiana los horrores de su período de encarcelamiento. «Al volver a mi casa, se presentó la policía y advirtió al portero del edificio que yo había estado detenido y que acababa de salir de la prisión. Y el portero lo fue diciendo piso por piso, previniendo a los vecinos de mi presencia, sin explicar los motivos por los que había sido condenado, y creando una atmósfera hostil en torno a mí, como si yo fuera un delincuente ...»

Al final, se vino abajo. Las secuelas de los padecimientos soportados en el batallón disciplinario saharaui y el boicot que tuvo que padecer en su vida profesional le acarrearon serios perjuicios para su salud, que quedó seriamente quebrantada. Y el16 de enero de 1976 Román Alonso Urdiales fue internado en un psiquiátrico, en donde permaneció durante algún tiempo.

Ahora, a los 41 años, acaba de comenzar su labor docente en un colegio nacional de Madrid. Antes había ejercido su profesión en Colmenar de Oreja, un pueblecito cercano a Chinchón, en donde los alumnos y sus familiares le consideraban «un sabio y un santo».

Diecinueve años después de aquel 20 de noviembre a Román sólo le interesa su profesión y, en sus horas libres, hacer tallas de madera y poesías, lo mismo que antes de ser detenido. Pero no quiere saber nada de la política, «pasa de política», a pesar de los ofrecimientos que le hicieron diversos partidos políticos. Y mucho más de la Falange. «Yo ya no soy falangista. No reniego de ella, porque no se puede renegar de aquello que se ha amado y yo amé mucho a la Falange. Pero he superado sus teorías y, además, creo que no tiene nada que hacer hoy. Para mí, en aquellos años, la Falange eran unos cuantos que estaban viviendo a costa de ella y otros que daban todo por ella ... Ahora, yo creo en la igualdad total, en que se dé a cada uno según sus necesidades. Creo que es injusto que existan clases sociales, unas opresoras de las otras ... Pero no soy marxista ni pertenezco a ningún partido.»

J. GRANDE

(Inteviú, 20 de diciembre de 1979]

Publicado en Gallos de Marzo - Por cortesía de la Cofradía de la Cuchara de Hierro


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El falangista que fusiló Franco

Cuando fue colocado ante el piquete de ejecución, en el verano del 42, Juan José Domínguez cantaba el «Cara al sol». Las balas amigas acabaron con la vida del único falangista fusilado por el Caudillo. Fue el mismo día que Hitler concedía al «mártir», acusado en España de ser espía británico, la Cruz de la Orden del Águila Alemana. Sesenta años después, la viuda de Domínguez y el «cuñadísimo», Serrano Suñer, se dan la mano y cuentan toda la verdad
ALFREDO AMESTOY

JESÚS DOMÍNGUEZ Durante 60 años se negó a darle la mano. Hoy, incluso se la ha besado. Él es un anciano que el día 12 de septiembre cumplirá 101 años. Ella pronto será octogenaria. Y no es que la aún guapa mujer Celia Martínez, gallegaleonesa de Cacabelos, haya olvidado que en aquel terrible agosto de 1942 nadie, ni siquiera el todopoderoso Ramón Serrano Suñer, pudo salvar la vida de su joven marido Juan José; lo que ocurre es que el tiempo le ha enseñado muchas cosas. ¿Cómo podía entender ella entonces, con 19 años, que la mujer de Serrano Suñer, la hermosa y dulce Zita, no hablara con su hermana Carmen, la esposa de Franco, para que el Caudillo conmutara la pena de muerte que un tribunal militar había puesto a su marido? ¿Es que Serrano Suñer no era capaz de hacer algo por Juan José?

No este Serrano Suñer, venerable y beatífico centenario, sino el hombre de 41 años que hablaba con Hitler y con Mussolini, ministro de Asuntos Exteriores que tenía una División (la Azul) combatiendo en Rusia y medio millón de falangistas controlando Gobierno, municipios y sindicatos en España. Celia no lo podía entender. Ahora, Ramón se lo ha explicado en su casa de Marbella en presencia de los hijos: el embajador Fernando Serrano Suñer, de 70 años, y Mari Celi, la hija del falangista fusilado que a los cuatro meses era tan pequeña que pudo pasar entre dos rejas para que su padre la besara en la celda cuando ya estaba en capilla.

Todo había comenzado el 16 de agosto de 1942, con los sucesos de Begoña. El choque entre falangistas y tradicionalistas se saldó, tras el lanzamiento de una granada de mano por los primeros, con más de 70 heridos leves, carlistas en su mayoría. El general Varela, presente, se adjudicó sin razón ser él el objetivo del supuesto atentado (la granada se arrojó en el exterior de la basílica bilbaína cuando Varela aún no había pisado la calle).

El suceso, que serviría a Franco para domeñar a la Falange y destituir a los tres ministros más influyentes del Régimen (Galarza, de Gobernación; el anglófilo Varela, del Ejército y cada vez más carlista por su matrimonio con la tradicionalista y riquísima vasca Casilda Ampuero, y Ramón Serrano Suñer, de Exteriores), se saldó con el sacrificio de Domínguez. De los ocho falangistas implicados en la pelea con los carlistas, dos fueron condenados a muerte, Calleja y Domínguez, pero a Calleja se le conmutó la pena capital por ser caballero mutilado y haber perdido una pierna en la Guerra Civil.

Franco aprovechó lo ocurrido para reafirmar su poder personal, aprovechándose del pulso entre el Ejército (con el apoyo de monárquicos y la derecha más reaccionaria) y la Falange, el partido único. Relevó a su cuñado, el germanófilo Suñer, tres días después de que, por el referido fusilamiento, dimitieran los falangistas puros Narciso Perales y Dionisio Ridruejo. Cuenta Girón que se atribuyó a Carrero Blanco la sugerencia del cese de Ramón Serrano Suñer. Algo que Franco quería, pero no sabía cómo hacer desde muchos meses antes. Hoy, Serrano Suñer, a punto de cumplir 101 años, resume en la clave de lo que ocurrió: -«Lo de Begoña fue un suceso lamentable, pero no hubo ni fuerza ni unión ni para salvar a Domínguez ni para mantener el poder.En aquel momento vivíamos con un dinamismo trepidante, pero Franco, en seguida, se dio cuenta de que esos falangistas que parecían tan intransigentes, los Arrese, los Fernández Cuesta, los Girón, venían a comer de la mano. Y ése fue el principio del fin. El gran amigo de todas las horas, Dionisio Ridruejo, dimitió de todos sus cargos y lo mismo hizo Narciso Perales, Palma de Plata y el tercer hombre en el mando de la Falange después de José Antonio y Hedilla. Fue por eso por lo que yo propuse que la Falange fuera "dignamente licenciada"».

Girón siempre se opuso a ello, y eso explica quizá que la viuda de Domínguez lo haya defendido siempre. Para Celia es intocable. «Si no llega a ser por Girón, no sé qué hubiera sido de mi hija y de mí. Narciso Perales se movió lo indecible, pero con su dimisión el día 29, por la pena de muerte a mi marido, ya no tuvo influencias. Incluso fue confinado; pero siempre conté con él. José Antonio Girón trató de convencer a Franco, pero ya estaba todo envenenado. Un grupo numeroso de generales, manejados por Varela, le amenazaban con ir a El Pardo, exigirle la disolución de la Falange y el establecimiento de una dictadura militar. Franco llegó a decirle a Girón no ya que mi marido era un espía británico, sino que era un agente al servicio de los americanos».

Gracias a Girón, madre e hija pudieron viajar en coche hasta Bilbao para despedir a Domínguez. «Llegamos el 31de agosto; precisamente cuando se daba a conocer la sentencia que tenía ya el enterado de Franco». Se alojaron en el hotel Alemania. Una falangista, Emilia Santos, de la Sección Femenina, les llamó el día 2, a las ocho de la mañana, para decirles que habían oído una descarga procedente de la prisión de Lerrínaga. A la viuda no le dejaron ver el cadáver. Se la llevaron a Madrid. Al día siguiente fue el entierro.

Una docena de falangistas de Bilbao, más mujeres que hombres, presenciaron cómo se sepultaba el cuerpo en una fosa gratuita cavada en un descampado del cementerio de Derio. Al cabo del tiempo, sus restos fueron exhumados para trasladarlos a una sepultura más digna. Allí permaneció hasta 1988, cuando su viuda, Celia, adquirió una sepultura en el camposanto de Galapagar, en Madrid. La Falange de Bilbao se ocupó durante muchos años de que no faltaran nunca cinco rosas en la tumba de Domínguez y que su hija Mari Celi no echara en falta vestidos, juguetes y, luego, libros

.«Vivimos de una paga que me consiguió Girón, en un piso de la Obra Sindical del Hogar que él me facilitó y estiramos durante 10 años las 90.000 pesetas que nos dieron para salir adelante».

Aún recuerda la viuda cómo circuló el rumor de que habían recibido en desagravio nueve millones de pesetas. «Esa fue la última patraña urdida en torno a Juan José, un hombre fuera de serie que fue inmolado como un cordero».



Había nacido en Sevilla. En los años 30, de acuerdo a la lírica dannunziana, el peligro era lo que luego se llamó activismo. Juan José nació para el activismo y para la actividad. De familia humilde, huérfano de padre (de padre y de madre cuando le fusilan a los 26 años), fue seducido por el mensaje joseantoniano con apenas 16 años y decide trasladarse a Madrid para escuchar el discurso del fundador de la Falange. Lo hace en bicicleta y con un duro en el bolsillo.



Su historial comienza antes de la Guerra Civil. En Aznalcóllar intentó quitar la bandera republicana izada en el Ayuntamiento. Abren fuego sobre él y Narciso Perales (quien salvó la vida de Arrese cuando le iba a fusilar Queipo de Llano y quien intentó salvar la vida de Domínguez inutilmente cuando le iba a fusilar Franco). Es José Antonio Primo de Rivera personalmente quien le defiende en los tribunales por aquello. Durante la guerra bate una auténtica marca cruzando, en misiones arriesgadas, seis veces de la zona nacional a la zona roja, con los correspondientes retornos. Fue capturado en varias ocasiones.

Poseía, concedidas por José Antonio, dos condecoraciones: Aspa Roja y Aspa de Plata. El 1 de abril de 1940, en la madrileña Castellana y mientras se celebra el primer desfile de la Victoria, conoce a una muchacha que le enloquece. Ella tiene 18 años; él, 23. Domínguez sigue a la chica hasta su casa, en Sagasta, 19. Se llama Celia, pero él siempre la llamará Piruchiña. Domínguez enseguida deja a las claras su carácter valeroso. Lo hizo cuando, pocos días después, sube a hablar con su madre para decirle que quiere casarse con su hija, y cuando, 16 meses más tarde, le escribe desde la celda, 10 horas antes de la ejecución, para decirle: «Querida Piruchiña Te ruego, a ser posible, que te unas en matrimonio con cualquiera de mis camaradas del actual cautiverio que te harán feliz y cuidarán de nuestra pequeña con el mismo celo y cariño que yo pudiera hacerlo».

Tras el 39, Domínguez se dedicó al Servicio de Información. Las condiciones económicas en que vivía hacen descartar su condición de agente doble. Hicieron creer a Franco que trabajó para el Intelligence Service americano. Según su viuda, en 1942 se dedicó al trazado del cable de Francia a la Línea de la Concepción. ¿Para controlar el paso de submarinos ingleses por el Mediterráneo o para preparar un ataque alemán a Gibraltar? Ignorar qué pasaba en el mundo a finales de julio de 1942, impide comprender los rocambolescos sucesos de Begoña.


El 15 de julio, Alemania ya tenía preparada la Operación Ilona para invadir, primero, el País Vasco y, luego, toda España. El 7 de junio, el Führer había comentado que «los curas y los monárquicos se habían confabulado para hacerse con el poder en España». Si la Guerra Civil estallara otra vez no le extrañaría, decía, «ver a los falangistas obligados a hacer causa común con los rojos para librarse de esa basura monárquicoclerical».


¿Fue esta información, que ignoraban incluso los falangistas que actuaron en Begoña, la que obligó a Franco a sacrificar a Domínguez? Porque, en el fondo, él, como Calleja, Rivadulla, Hernández Bravo y los demás, habían reaccionado en Begoña cuando oyeron «¡Viva el rey!», «¡Abajo el socialismo de Estado!», e incluso «¡Muera Franco!».

La situación demencial de aquellos días se concreta en la respuesta de Franco al obispo de Madrid, que le pide el indulto. «Tendría que condecorarle, pero le tengo que fusilar». Hitler, desde Alemania, pondría en ridículo al Caudillo concediendo a Juan José Domínguez, el mismo día de su ejecución, el 1 de septiembre de 1942, la Cruz de la Orden del Águila Alemana. Celia, la viuda, sabe que su marido fue fusilado por «razones de Estado».

En 1964, el general Castejón, el militar que presidió el consejo de guerra y firmó la sentencia a muerte, le confesó: «Firmé en contra de mi voluntad». El hombre le había solicitado una entrevista para pedirle perdón y descargar su mala conciencia. Sólo la víctima estuvo a la altura de las circunstancias.

Juan José Domínguez llegó al extremo de negarse a aceptar una fuga que se había preparado. «Se consiguieron», explica Celia, «dos millones de pesetas para comprar a dos funcionarios de prisiones. Tenían un barco para la huida, que hundirían para simular un naufragio. Los guardianes estaban dispuestos, pero era tal el pavor que le entró a Jorge Hernández Bravo, por las represalias que podrían tomar contra él, que mi marido renunció a perjudicarle con la fuga».

En el testamento que redactó la noche antes de morir, llegó a justificar «la inconsciencia de Franco y la debilidad impropia de un general». Celia -también su hija- siempre ha estado orgullosa de su marido. «Murió cantando el Cara al sol y con la camisa azul, pero sólo la primera estrofa, porque la Guardia Civil tuvo buena puntería. Apenas pudo terminar de decir: "Ella había bordado aquella camisa en rojo ayer"».


El Mundo 01/09/2002
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¡¡Vaya lío, el Valle de los caídos!!

Nuestro amigo el investigador Miguel Puchol, uno de los más reputados especialistas en materia de bombardeos aéreos durante la Guerra Civil española, que ha realizado mucho trabajo de campo en la provincia de Alicante, nos trasladó esta leyenda urbana sobre José Antonio Primo de Rivera:

"En la ciudad de Alicante corre de boca en boca, desde los años 40, la historia de José Antonio y el negre Yoma. En el Alicante republicano vivía un negro norteamericano que perdió el barco de cuya tripulación formaba parte (o la abandonó, vaya usted a saber). Le llamaban el negre Yoma.

Fue mendigo bastantes años y andaba descalzo con las botas al hombro. Físicamente era corpulento y muy alto. Altanero, nunca recogía las limosnas que le tiraban al suelo y no se preocupó en aprender nuestro castellano. Andaba siempre con la chiquillería alrededor, y las madres, cuando llegaban los críos sucios a casa, les decían (y los alicantinos de "raiz" aun lo dicen): "portes mes merda que el negre Yoma" o "vas negre com el Yoma".

El alcohol fue mermando su salud y en el otoño del 36, en la segunda mitad del mes de noviembre, murió una noche de frío de una neumonía en un portal. Sus huesos fueron a dar a una fosa común como indigente. Por aquellos días fusilaban a Jose Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante, junto a varios falangistas.
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Acabaron en la misma fosa común en que había sido enterrado el cadáver de Yoma. Al final de la guerra y con la entrada de los franquistas en la ciudad, fueron exhumados los restos del fundador de la Falange, faena que llevaron a cabo los enterradores municipales, que aún eran los mismos del 36. Al empezar a salir los cuerpos, los falangistas que vigilaban las tareas, se empeñaron en que los restos más grandes tenían que ser los de Jose Antonio. Los enterradores insistieron en que no, que ese era el negre Yoma, pero claro, cualquiera les discutía a aquellos tipos del pistolón y la camisa azul. De manera que los falangistas, al final, se llevaron al negre Yoma y este tuvo, una vez muerto y desenterrado, los honores que ni tuvo ni pudo haber imaginado en vida.
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Fue llevado en hombros desde Alicante hasta El Escorial con escolta de correajes y a la luz de las antorchas o del sol que volvía a no ponerse en el Imperio. Y, más tarde, lo trasladaron a una cripta faraónica en Cuelgamuros. Allí está el fulano, haciendole compañía a Franco".

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EL VALLE DE LOS DESCONOCIDOS

El régimen exhumó fosas y trasladó al Valle de los Caídos, sin identificarlos y sin permiso de las famillias, a más de 20.000 muertos de ambos bandos.
La relación de los caídos no ha sido informatizada casi 50 años después
El Valle de los Caídos se rige por disposiciones de 1957 no derogadas
Sólo el 12% de los consultados en Cádiz aceptó el traslado de restos
Dos comisiones para regular su régimen jurídico no se reunieron nunca



En el mayor mausoleo de España, la memoria escrita de los caídos en la Guerra Civil no merece más consideración que una breve anotación contable. Tres gruesos volúmenes que descansan en el rincón de un armario de la biblioteca del Valle de los Caídos guardan la información disponible sobre la identidad inequívoca o incierta de un número de restos mortales que, según varios autores, podrían corresponder a más de -50.000 españoles. A su lado, unos pequeños cajones contienen fichas mecanografiadas con información suplementaria para los casos identificados.


Posiblemente, ningún registro de víctimas de una guerra haya merecido tanto descuido en algún otro lugar de Europa


Las anotaciones manuscritas se limitan a un inventario cronológico de la llegada de restos mortales al Valle de los Caídos. Esa información, casi 50 años después del primer apunte, no ha sido depurada, enriquecida, ni siquiera duplicada para evitar cualquier riesgo de desaparición.
Todo lo relacionado con el Valle de los Caídos es impreciso. El propio monumento y su régimen jurídico subsisten en un tremendo vacío legal desde la muerte de Franco. Un portavoz de Patrimonio Nacional asegura que este organismo carece de los planos del monumento, en poder de los herederos del arquitecto Diego Méndez.

Los Gobiernos democráticos han actuado por omisión en lo referente a este recinto, como si no se atrevieran a tocarlo, a modificar su destino, como si fuera un fantasma administrativo, pero al tiempo que se olvidaron del monumento se olvidaron también de los muertos. De todos los muertos y de su memoria.

No existe una clasificación de las víctimas por orden alfabético. O por lugar de procedencia. No hay datos suplementarios salvo una sensación que salta a la vista de la lectura de los libros: los muertos republicanos están casi exclusivamente asignados al término "desconocido".

Toda la información está bajo la custodia de los 26 monjes benedictinos que gestionan la Basílica, uno de los cuales reconoce que han procedido a informatizar por su cuenta la información, sin asesoramiento técnico, sin subvención oficial para efectuar dicha tarea. La cifra de restos mortales tampoco es exacta. No lo es porque la recogida de cadáveres, incluidos los del bando franquista, se hizo con escasos medios, cierta urgencia y poco cuidado en la mayoría de los casos.

En el caso de los republicanos, el desprecio fue sistemático. El último apunte en el libro de registro da cuenta el 3 de junio de 1983 de la llegada de un ataúd procedente de Villafranca del Penedés (Barcelona). Tiene el número de orden 33.847, pero los propios monjes benedictinos dudan de que esa cifra refleje el total, entre otras cosas porque en los ataúdes colectivos se introdujeron restos sin precisar su número.

Los historiadores han terminado por concluir que la cantidad de víctimas alojadas en el mausoleo estará entre 40.000 y 60.000. No puede descartarse que, junto a las tumbas de Franco y José Antonio, haya más republicanos que franquistas.

La recogida de víctimas de la guerra fue una actividad paralela a la propia construcción del Valle de los Caídos, coordinada desde el Ministerio de la Gobernación. Requirió de una gran logística para la época y duró, en su etapa de mayor intensidad, cerca de cuatro años. Pero no fue ni tan sencilla ni tan exitosa como sus promotores seguramente esperaron. Debido a que la construcción de la Basílica y el Monasterio duró cerca de 20 años, la organización de los traslados experimentó varios cambios de criterio.

Si la previsión inicial fue la de recibir exclusivamente a "mártires" del bando nacional, este criterio fue modificado en virtud del interés del régimen de Franco por obtener un mayor reconocimiento internacional. Para ello se hacía necesario que un monumento de apariencia grandiosa y estética sospechosa se convirtiera en un mausoleo dedicado a la reconciliación y aceptara víctimas "sin distinción del campo en el que combatieron, según el espíritu cristiano que inspira la magna obra".

El mecanismo del Estado se puso en marcha con intensidad a partir de 1958, según se acercaba la fecha de la inauguración del monumento. Las órdenes partieron del Ministerio de la Gobernación, que movilizó a gobiernos civiles, ayuntamientos, cuarteles de la Guardia Civil y autoridades eclesiásticas. La condición expresa de que los restos a trasladar debían contar con el consentimiento de sus familiares nunca fue aplicada al caso de los caídos en el bando republicano, pero tampoco respetada en lo concerniente al bando nacional debido al escaso entusiasmo que suscitó ese llamamiento.

Se publicaron anuncios en los periódicos locales y se dio publicidad a cada transporte de mártires, acompañados de honores militares y actos religiosos. Las buenas intenciones iniciales quedaron aparcadas. Las primeras encuestas entre familiares databan de 1952 y no dieron resultados muy alentadores, a pesar de corresponder a caídos en el bando franquista.

Un boletín de la Oficina Prensa Euzkadi (OPI), perteneciente al Gobierno vasco en el exilio, dio cuenta en uno de sus números de un artículo de la revista Time en el que se detallaba la airada reacción de los familiares de las 12.800 víctimas de los fusilamientos de Paracuellos del Jarama, opuestos al traslado.

Del pobre resultado de las encuestas entre familiares da cuenta también el historiador andaluz Fernando Romero Romero, que ofrece algunos datos en un artículo titulado Represión y muerte en la provincia de Cádiz, todavía no publicado. "En los cementerios municipales de la provincia", escribe Romero, "había 231 caídos cuyos familiares fueron consultados y sólo 27 (12%) estuvieron de acuerdo con el traslado".

El escritor Daniel Sueiro, autor de Los secretos de la cripta franquista, da cuenta de algunas llamativas negativas al traslado, como fueron los casos de los familiares del arquitecto Arturo Soria y de Calvo Sotelo. Ante las negativas, el Ministerio de la Gobernación solucionó esa resistencia silenciosa por la vía más expeditiva.

Una comunicación del 31 de marzo de 1960 ordenó que si los familiares persistían en conservar las sepulturas a su cargo, "el Gobierno Civil dispondrá a medida que las circunstancias lo requieran su traslado al Valle de los Caídos".

Quedaba derogada así la condición de la autorización familiar. Con el bando republicano no hubo consideración de ningún tipo. Entre los casos más llamativos, Daniel Sueiro explica en su libro el caso de un padre y de su hijo, ambos militares. El padre, Antonio Escobar, general de la Guardia Civil, permaneció fiel a la República y fue fusilado en Montjuïc en 1940. Su hijo, el teniente de infantería Antonio Escobar, luchó al lado de Franco y cayó en Belchite. La petición familiar de que ambos cuerpos yacieran juntos en el Valle de los Caídos no fue respetada y "obtuvo como respuesta el inmediato traslado del hijo y el desdeñoso silencio en el caso del padre".

Las dificultades para reunir restos en número equiparable a la grandiosidad del mausoleo obligó a dejar a un lado cualquier delicadeza. Según explica la historiadora Carmen García García, que ha elaborado un censo de fallecidos en Asturias, se produjo un traslado masivo de restos procedentes de grandes batallas que ahorraban cualquier labor de identificación y sobre todo de autorización.

En el mismo sentido se expresa otra historiadora, Queralt Solé, que ha investigado sobre los caídos en Cataluña. La memoria de todos los caídos parece haber quedado en el olvido. No así el monumento y su significado. Ningún Gobierno de la democracia llegó a tocar el Valle de los Caídos, como si se tratara de una herencia maldita.

El Gobierno de Calvo Sotelo, que dictó una ley reguladora del Patrimonio Nacional en 1982, evitó referirse al monumento expresamente y dispuso la creación de una comisión para resolver su situación legal. Esa comisión no se reunió nunca.

Dos años después, en 1984, un real decreto del Gobierno socialista resucitó dicha comisión con idéntico encargo. Pero tampoco llegó a reunirse. Jurídicamente, la
Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, según expertos consultados, no existe aunque se la mencione reiteradamente. El silencio oficial parece haberse roto esta semana en el debate parlamentario de la Ley de la Memoria Histórica.

Socialistas y populares acordaron que el mauseoleo sea despolitizado y ciertos símbolos derribados. Franco dispuso la construcción del Valle de los Caídos al año de su victoria militar. El decreto rezumaba retórica imperial: "Es necesario", dictaba, "que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido". El enorme escudo franquista labrado en esas piedras escolta desafiante el entorno de la Basílica casi 50 años después.
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EL PAÍS - 21/10/2007
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